Por Fin Se Puso El Sol, Cierra Tus Ojos...

DE GREDA MOLDEO MIS POEMAS. NO TE IMPORTE SUMERGIRTE EN MI GREDAL.

sábado, diciembre 02, 2006

EL MOLINO VIEJO

Sentado en el seco lecho del viejo caz, por donde un día transcurrieron aguas saltarinas, alegres por mover cangilones amigos, vienen a mí lejanos recuerdos perdidos en el zurrón de una infancia feliz que nunca debió pasar.
Al fondo, lo poco que queda del viejo molino. Oigo el rumor de su muela. El ya anciano "hermano Darío", con movimiento mecánico, va alimentando de grano el rudo engranaje que nunca para.
Cuántos pescozones nos habrá dado el buen hombre por meternos en este mismo caz a coger cangrejos, o, simplemente, a bañarnos, por el peligro que, para nosotros, suponía... Daba igual, en cuanto nos daba la espalda, terciábamos en el intento.
Cuando, cansados de retozar, nos acercábamos al molino para despedirnos hasta el día siguiente, nunca nos dejaba marchar sin un buen cantero de pan con aceite y azúcar que nos hacía más llevadera la vuelta al pueblo.
Así, transcurrió todo el verano, como tántos otros. Cuando se acercaba la fecha de vuelta a la ciudad, siempre, entre la cuadrilla, juntábamos unas perrillas, pocas, desde luego, y le comprábamos unos paquetes de picadura de " Ideales" que era lo único que fumaba el hombre; al menos, tenía para llenar unas cuantas veces su petaca. Ese día, hacía un alto en su incesante trabajo y nos invitaba a merendar. Sacaba queso rancio y jamón del año, al tiempo que preparaba unas gaseosas de papelillos que nos sabían a gloria. Nos contaba viejas historias de la guerra, siempre las mismas, y así transcurría la velada a cuyo fin, el buén hombre nos despedía, con lágrimas en los ojos y siempre con las mismas palabras: "no sé si el año que viene, cuando volvais, estaré vivo; soy muy viejo". Cuando oía esas palabras, no por repetidas, dejaban de encogerme el alma.
Han pasado los años y aquí estoy, buen Darío, en el fondo del viejo caz que te daba vida, rodeado de cantos rodados y maraña. Al fondo, derruídos, unos muros de piedra que te dieron cobijo y restos de lo que fueron ruedas de granito que arrullaban tu siesta.
Y debajo de esas piedras...? Guardarán debajo mis recuerdos de niñez? Dónde habrá ido a parar el agua que, alegre, movía los cangilones del molino viejo?
Adiós, Darío, amigo. Adios, recuerdos...
Greco

2 Comments:

  • At 8:13 p. m., Blogger Helen-Tan sólo mírame... said…

    Buen relato, lo mejor de una buena amistad "inexistente" es que el recuerdo se mantiene, y que revive aquellos tiempos que fueron tan gratos, que siguen alimentando el alma.

     
  • At 12:59 p. m., Blogger Greco said…

    En este caso, lo cierto es que la amistad sí existía y el recuerdo es más dulce.

     

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